miércoles, 8 de julio de 2015

La sonrisa de la princesa


Érase una vez una princesa que siempre, siempre sonreía.
Sonreía al levantarse.
Sonreía en el desayuno.
Sonreía en la comida, la merienda y la cena.
Sonreía a sus padres.
Sonreía a sus profesores.
Sonreía a los guardias, a la cocinera y a los pajes.
Pero un día, el dragón Zampón apareció de repente en el castillo y, del susto, a la princesa se le cayó la sonrisa.
Con todo el lío que se armó, la sonrisa se perdió.
La princesa, muy seria, se lo contó a la reina.
La reina, muy preocupada, se lo contó al rey.
El rey, muy real, ordenó:
-¡Hay que encontrar esa sonrisa! ¡Ya!



Y se sentó en su trono con cara de pensar.
Y cuando más pensativo estaba notó que el trono se agitaba. Se movía. Se meneaba.... Parecía que... ¿Se reía?
El rey se levantó, miró bajo el asiento... y... sí... ¡Ahí estaba la sonrisa!
Intentó cogerla pero la sonrisa... ¡PUF!... Salió volando y, dando volteretas y haciendo piruetas, se metió en la cocina.
¡Menudo alboroto se armó!
La sonrisa se metió en una cazuela y el guiso comenzó a gorgotear con ritmo de rock.
La cocinera intentó atraparla pero la sonrisa... ¡PUF! Salió volando y saltó a una sartén donde hizo bailar la conga a dos huevos fritos.
El pinche intentó atraparla pero la sonrisa... ¡PUF! Salió volando y se puso a nadar en un plato de natillas.
El rey saltó sobre ella dispuesto a atraparla y... ¡plaf!... Acabó con la cara dentro del plato de natillas y la sonrisa... ¡PUF! Salió volando y, dando volteretas y haciendo piruetas, salió al jardín.
¡Menudo alboroto se armó!


Allí, sentada en un banco, estaba la reina bordando y la sonrisa saltó sobre ella, le deshizo el moño, le hizo cosquillas, la tiró al suelo de la risa, se metió entre los hilos...
La reina quiso atraparla pero la sonrisa... ¡PUF! Salió volando y se escondió entre las flores que se pusieron  a girar como molinillos de viento.
El jardinero intentó atraparla pero la sonrisa...¡PUF! Salió volando hasta los árboles.
Los árboles agitaron sus ramas, sus hojas se llenaron de colores y los pájaros que por allí estaban empezaron a cantar como locos.
Un paje casi la atrapa pero la sonrisa... ¡PUF! salió volando y se coló por una ventana del castillo.
El capitán, el rey, la cocinera, el pinche, la reina, el jardinero y el paje corrieron a toda prisa tras ella.
¡Menudo alboroto se armó!
Los vasos tintineaban como locos.
Las armaduras bailaban por los pasillos.
Las paredes se llenaron de colores.



Las alfombras volaban de acá para allá y de allá para acá.
El perro maullaba.
El gato ladraba.
Los habitantes del castillo corrían y se tropezaban los unos con los otros....
Pero nadie conseguía atrapar aquella traviesa sonrisa.
Al llegar la noche, estaban todos tan cansados que se sentaron en medio del salón de baile mientras la sonrisa se columpiaba en una de las enormes lámparas.
En ese momento, la princesa, muy seria, se acercó a la sonrisa. La miró sin decir nada. Alargó la mano y la sonrisa, dando saltos y haciendo piruetas, fue subiendo por sus dedos, por su brazo, por su cuello y, así, sin más, volvió a colocarse en la boca de la princesa que, muy sonriente, dio las buenas noches y se fue a dormir.
En el suelo, el capitán, el rey, la cocinera, el pinche, la reina, el jardinero y el paje, se miraron y, sin decir nada, se tumbaron y, allí mismo, se quedaron dormidos.

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