sábado, 20 de julio de 2013

El Bosque


Hace un tiempo -no sé cuánto- alguien me contó que existe, en no sé qué país lejano de no sé qué remoto continente, un bosque; un bosque grande y extraño, un bosque frondoso y boscoso, un bosque... lleno de árboles.
Me contó ese no sé quién que era aquél un bosque misterioso, un bosque hermoso y añoso, un bosque maravilloso habitado por los personajes -nada famosos- de cuentos que nunca habían salido en un cuento porque no se parecían en nada a los personajes de los cuentos que sí salían en cuentos.
Y me habló ese alguien que no recuerdo quién era de algunos personajes que en ese bosque habitan.
Me contó -para empezar- mi olvidado informador, que en el primer árbol a la derecha del gran roble que está a veinte pinos y un castaño de la entrada, en el hueco de la cuarta rama grande contando desde el suelo hasta el cielo, vive un hada bajita y regordeta, un hada con gafitas y un poco zoqueta. Un hada formal y sensata, más bien tirando a pacata.

Me contó -ya que a ello se había puesto- que en la casa que está justo, justo bajo esa rama, vive una bruja sin verruga y sin arrugas, que no come niños sino lechugas. Una bruja bastante buena y serena, que no embruja princesas ni hechiza príncipes y que sólo usa la olla para preparar la cena.
También me contó ese no sé quién que no recuerdo nada bien que unas diez encinas, tres olmos y medio pino más allá de la casa de esta bruja papanduja, se encuentra una plácida charca, de agua quieta y desabrida, donde vive un sapo color marrón, con verrugas a montón. Un sapo grande y pesado, con cara de irritado. Un sapo corriente y moliente aunque con pinta de inteligente. Un sapo que siempre fue sapo. Un sapo que nunca fue príncipe, ni sueña en serlo, es más, si tal cosa le ocurriera seguro sufría un síncope.
No muy lejos de esta charca se encuentra -según me dijo ese no sé quién- una guarida, muy bien protegida y de la vista bien escondida, morada y hogar de un lobo nada feroz pero, eso sí, asombrosamente veloz. Un lobo pacífico y abúlico, angélico y académico. Un lobo, en fin, modélico y beatífico como un corderito.
Me habló, además, esa persona que no logro recordar, de un castillo en medio del bosque donde vive una princesa, que no canta, que no baila, que no cose y que a los animales no aguanta. Una princesa tirando a normalucha, flacucha y paliducha que comparte castillo con un príncipe antipático y poco carismático, y un rey bastante tonto y astigmático.
Viven por ahí cerca: un duende muy aburrido, un troll alicaído, unos enanos muy altos, un gigante chiquitito, un ogro muy agradable, varias madrastras amables, una niña abominable y cuatro hermanastras amigables.
Viven, en fin, según me contó algún alguien, en este bosque frondoso, boscoso y lleno de árboles, muchos personajes de cuentos que nunca han salido en un cuento porque no se parecen en nada a los personajes de cuentos que sí salen en cuentos.


Aunque ahora que lo pienso, ya no se puede decir que ese es el bosque donde viven  los personajes de cuentos que nunca han salido en un cuento porque yo acabo de contarte un cuento en el que salen -casi- todos ellos.
Será mejor cambiar eso...  a ver qué tal así:
Viven en este bosque frondoso, boscoso y lleno de árboles los personajes de cuentos que sólo han salido en un cuento porque no se parecen en nada a los personajes de cuentos que salen en todos los cuentos.



 

6 comentarios:

  1. Tu bosque me ha encantado. Muy bien narrado y ameno. Para todos los públicos.
    Un saludo!

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    1. Muchas gracias, Beatriz, vuelve a este bosque siempre que te apetezca :)

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  2. simplemente encantador! fabulantástico!!!!!!!! xoxo eliz

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  3. Maravilloso...poco más se puede decir de un cuento perfecto.
    Donde personajes,palabras y ritmo se funden para renacer en una historia sin igual.

    Saludos.

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    1. Muchísimas gracias, Antonio. No sé si es un cuento perfecto, me conformo con que alguien lo disfrute al leerlo casi tanto como yo al escribirlo :)

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 Pilar, la osa polar, ha salido a patinar, con su patinete nuevo.